viernes, 29 de noviembre de 2013

Democracia

Está siendo habitual ver cada vez más cortos de directores que ya han dado su paso al largo. Puede ser que sea algo puntual, como el caso de Gracia Querejeta, de una directora que prefiere dar a su historia la duración que necesita. O puede ser que sea por los fracasos comerciales y/o artísticos de los directores en su paso a la industria. Un corto debería ser diferenciado de un largo por su duración, pero hay muchas más diferencias en el inconsciente que nos dicta que un corto es un formato pobre, para gente que aprende, novatos... cuando esto no debería ser así.
En el caso de Borja Cobeaga esperamos que se deba a que tenía una buena idea que no necesitaba más tiempo y no a que no ha podido volver a llevar a buen puerto otro proyecto de largo. Sus dos películas Pagafantas y no controles nos hacen augurar una buena carrera. Y Democracia, el corto que nos atañe, es prefecto tal y como está, un guión que funciona como un reloj y que no precisa de más.
Un cuento macabreo, una fábula de humor negro en el que se nos cuenta una distopía metafórica (o quizás utopía) en la que la democracía no tiene un juego tan importante como promete el título.
Una empresa en un futuro cercano o un presente irreal, de la que nada sabemos, ni a que se dedica ni en donde se úbica, donde no parecen jugar ningún papel los sindicatos y donde el poder recae en una sola figura, la cumbre de una gris jerarquía, en gerente interpretado por Oscar Ladoire.
Un gerente que por otra parte parece renegar de ese poder pues para tomar la decisión a tomar en esa macabra junta usará los métodos menos arbitrarios: un sorteo, una votación por democracia, un sistema de puntos y méritos. Además todo lo hace por el bien de sus trabajadores, que se ven encantados con sus métodos y ocurrencias, aunque arriesguen su vida, todo sea por el bien de la empresa y el trabajador.

Si hoy en día en la vida laboral real y en crisis hay una figura más oscura que el jefe, es la de el trepa, aquel asalariado que por ponerse méritos y hacer aumentar un mínimo los beneficios de la empresa no se piensa dos veces en sugerir despidos, plantear reducciones de plantilla o acusar a sus compañeros. Este personaje está presente también, y es el malo, más malo que el jefe que se nos presenta como un iluminado curioso. Al espectador le parecen mucho peores las tretas de éste Maroto que ese pequeño sacrificio por el porvenir de la empresa que sugiere el gerente.
Finalmente la Democracia no funciona, pero el sorteo se nos presenta como una alternativa justa, en esta sala de juntas donde se reúnen los trabajadores, que nos recuerda a un hemiciclo político y más en concreto a uno de la antigua Roma, donde los senadores gritan, jalean y votan con la mano.
¿Cuál es el mensaje final que nos quieren dejar los creadores del corto? ¿La democracia es una farsa en la que realmente manda uno (o un grupo de poder) y el que vota sólo lo hace de forma intrascendente? (En realidad lo importante es votar si se realiza el sacrificio, no a quien se sacrifica). ¿Nos comportamos como borregos pues nos conformamos con creer que se nos escucha a través de un voto que otro dice cuando y por qué se realiza?
En fin, una más que interesante fábula con multiples lescturas que significa una cumbre en el corto español con unos elementos ya presentes en nuestra pintura y literatura: la picaresca, el humor negro, el esperpento.

jueves, 28 de noviembre de 2013

Mi ojo derecho

Bonito homenaje a los abuelos. Un cortometraje bien realizado y sin muchas pretensiones que logra tocar la fibra sensible de un amplio espectro de la audiencia. Todos hemos tenido abuelos, casi todos hemos sufrido su perdida, y la mayoría hemos creado un vínculo especial con los abuelos siendo niños. Y nos hemos distanciado conforme crecíamos, con lo cual es fácil poder identificarse con el joven protagonista interpretado por Albert Pra.
Es uno de esos cortos que saben combinar sabiamente comedia y drama, como en la vida misma, y más tratando este tema. Los flashbacks que nos recuerdan a una abuela jovial y activa, pese a ser una señora mayor, en total complicidad con su gracioso nieto, contrastan duramente con la realidad del presente en el que esa misma mujer, en pocos años, ha decaído totalmente, la vitalidad ha dado lugar a un estado de adormecimiento, la relación nieto-abuela se ha deteriorado por la frialdad que los años dan al joven, y el paso del tiempo en el cerebro de la tata. (Quizás el principal defecto de la película sea la falta de continuidad en el casting entre las actrices que interpretan al mismo personaje en distintos momentos de su vida). Es interesante también el hecho de que el protagonista sea un chico, lo cual contrasta con la actitud y relación de su hermana, que quizá no haya sido tan intensa pero en la que, sin querer generalizar, las mujeres se entienden mejor en el trato y tienen el don de mostrar cariño en los momentos más complicados.

La canción O sole mio se encarga de dar más emotividad a este último reencuentro.
Quizás demasiado azucarado, lo que quita peso específico a un tema que podía haber dado lugar a una reflexión más profunda, pero la ternura de este homenaje a todos los abuelos derramará más de una lágrima en sus proyecciones.